Todo
pueblo que alcanza cierto grado de desarrollo,
se
halla naturalmente inclinado
a
practicar la Educación.
W. Jaeger, 1932
Uno de los
bienes más preciados para el desarrollo de una sociedad es sin duda la
Educación de sus ciudadanos, al menos esta declaración se esperaría del poder gobernante.
Sin embargo, sorprende visualizar el descrédito social en el cual ha
permanecido el ejercicio de la profesión docente por varias décadas,
posiblemente desde la coerción del pensamiento militar y posteriormente del
sistema económico implantado en nuestro país sin ninguna resistencia.
Ciertamente, un modelo de esta naturaleza impuesto con el respaldo de la fuerza,
es una fórmula segura de éxito según sus parámetros.
No es posible dejar
de examinar las circunstancias sociopolíticas del pasado para hablar sobre la
educación que tenemos. Las experiencias históricas son la base desde la cual una
sociedad construye o reconstruye su identidad tanteando futuros posibles.
Un cierto
número de profesores actuales fueron contemporáneos de esa historia pasada.
Otros, la mayoría quizás, somos hijos o nietos del sistema que nos acompaña de
manera inexorable como evidencia de un trabajo políticamente bien realizado: convencernos
que la mejor forma de vivir es adoptar la lógica del mercado, del producto, de
la eficiencia, de la competencia, del triunfo del más hábil, de una igualdad de
oportunidades desigual y oportunista.
No se trata de
discutir si un individuo puede o no ser un emprendedor exitoso si se lo propone,
sino de reflexionar acerca de todas las acciones implementadas por el sistema
sociopolítico para lograr determinada co-creación psicológica del mundo en ese individuo. Es decir, durante su etapa de desarrollo infantil este sujeto-emprendedor
adquirió una lógica de existencia que pone en juego en su etapa adulta con la
colaboración de su entorno social cercano. En esto, la Educación formal está
absolutamente comprometida.
W. Jaeger en su
obra Paideia (1933) destaca que la Educación es el principio mediante el
cual la comunidad humana conserva y transmite su peculiaridad física y
espiritual. Incluso, la naturaleza corporal del hombre y sus cualidades puede
cambiar mediante una educación consciente y elevar sus capacidades a un rango superior. La
Educación – continúa Jaeger - no es una propiedad individual sino que
pertenece, por su esencia, a la comunidad. La Educación participa en la vida y
el crecimiento de la sociedad, así en su destino exterior como en su estructuración
interna y en su desarrollo espiritual, y puesto que el desarrollo social
depende de la consciencia de los valores que rigen la vida humana, la historia
de la Educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los
valores válidos para cada sociedad.
Es decir,
mejorar la calidad de educación y establecer reformas al sistema educacional
chileno están intrínsecamente ligadas a la visión de hombre y de sociedad que
posee no sólo un gobierno, sino la de cada uno de sus ciudadanos.
La educación
que tenemos la hemos construido entre todos.
¿Se puede
cambiar? Por supuesto que sí.
Las preguntas esenciales serían ¿Queremos hacerlo?
¿Estamos
convencidos que hemos equivocado el camino como padres, profesores, políticos, científicos,
ingenieros, militares y un largo etcétera?
En una visión
orientalista, podríamos hablar de estos hechos como la experiencia del Karma y del
Dharma, la reacción a nuestras acciones y la posibilidad de elegir un modo, una
vía para transitar nuestra vida. Tal vez, muy similar al libre albedrío cristiano, el cual nos deja la responsabilidad
completa frente a nuestras decisiones y acciones.
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