jueves, 19 de septiembre de 2013

LA EDUCACIÓN ENJUICIADA: ¿Por quién doblan las campanas?



 
Todo pueblo que alcanza cierto grado de desarrollo,
se halla naturalmente inclinado
a practicar la Educación.
                                                   W. Jaeger, 1932


Uno de los bienes más preciados para el desarrollo de una sociedad es sin duda la Educación de sus ciudadanos, al menos esta declaración se esperaría del poder gobernante. Sin embargo, sorprende visualizar el descrédito social en el cual ha permanecido el ejercicio de la profesión docente por varias décadas, posiblemente desde la coerción del pensamiento militar y posteriormente del sistema económico implantado en nuestro país sin ninguna resistencia. Ciertamente, un modelo de esta naturaleza impuesto con el respaldo de la fuerza, es una fórmula segura de éxito según sus parámetros.
No es posible dejar de examinar las circunstancias sociopolíticas del pasado para hablar sobre la educación que tenemos. Las experiencias históricas son la base desde la cual una sociedad construye o reconstruye su identidad tanteando futuros posibles.
Un cierto número de profesores actuales fueron contemporáneos de esa historia pasada. Otros, la mayoría quizás, somos hijos o nietos del sistema que nos acompaña de manera inexorable como evidencia de un trabajo políticamente bien realizado: convencernos que la mejor forma de vivir es adoptar la lógica del mercado, del producto, de la eficiencia, de la competencia, del triunfo del más hábil, de una igualdad de oportunidades desigual y oportunista.
No se trata de discutir si un individuo puede o no ser un emprendedor exitoso si se lo propone, sino de reflexionar acerca de todas las acciones implementadas por el sistema sociopolítico para lograr determinada co-creación psicológica del mundo en ese individuo. Es decir, durante su etapa de desarrollo infantil este sujeto-emprendedor adquirió una lógica de existencia que pone en juego en su etapa adulta con la colaboración de su entorno social cercano. En esto, la Educación formal está absolutamente comprometida.
W. Jaeger en su obra Paideia (1933) destaca que la Educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva y transmite su peculiaridad física y espiritual. Incluso, la naturaleza corporal del hombre y sus cualidades puede cambiar mediante una educación consciente y elevar  sus capacidades a un rango superior. La Educación – continúa Jaeger - no es una propiedad individual sino que pertenece, por su esencia, a la comunidad. La Educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual, y puesto que el desarrollo social depende de la consciencia de los valores que rigen la vida humana, la historia de la Educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los valores válidos para cada sociedad.
Es decir, mejorar la calidad de educación y establecer reformas al sistema educacional chileno están intrínsecamente ligadas a la visión de hombre y de sociedad que posee no sólo un gobierno, sino la de cada uno de sus ciudadanos.

La educación que tenemos la hemos construido entre todos.
¿Se puede cambiar? Por supuesto que sí.

Las preguntas esenciales serían ¿Queremos hacerlo?
¿Estamos convencidos que hemos equivocado el camino como padres, profesores, políticos, científicos, ingenieros, militares y un largo etcétera?

En una visión orientalista, podríamos hablar de estos hechos como la experiencia del Karma y del Dharma, la reacción a nuestras acciones y la posibilidad de elegir un modo, una vía para transitar nuestra vida. Tal vez, muy similar al libre albedrío cristiano, el cual nos deja la responsabilidad completa frente a nuestras decisiones y acciones.

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